viernes, 5 de marzo de 2010

JOSEMARÍA TORREGROSA

Yo ya estaba allí, al parecer todo el mundo se había puesto de acuerdo para convencerme de que el acto del aborto consistía en realidad, en un derecho y en una libertad humanos; algo que me causaba tal magnitud de rabia interior, que lo único que intenté fue hacer entrar en razón a todas esas personas que a mi parecer defendian una idea errónea, argumentando que el hombre no es quien debe decidir quien vive y quien no vive, por el mero hecho de las temidas responsabilidades o las incomprensibles molestias que afirman que pueda acarrear esta.

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