viernes, 5 de marzo de 2010

RICARDO VIDAL

Y yo ya estaba allí, después de seguir aquel coche de Heriberto de color negro. Era un sótano poco llamativo y muy siniestro. Eran treinta personas y todo estaba preparado. El ring improvisado, los apostantes, el público y el jurado. Me di cuenta que era la primera vez que Heriberto asistía a este “show”, me preguntó por quién apostaba, el perro que saldría vivo. Muy tranquilo, le contesté, que por él no apostaría (sacando un arma blanca de mi chaqueta).
RICARDO VIDAL

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