miércoles, 3 de marzo de 2010

NACHO BEJERANO

Yo estaba allí cuando sucedió, no sería muy tarde, sobre las 6 o las 7 de la tarde más o menos. Allí en medio de la plaza, se hallaba un enjuto viejo enloquecido que no paraba de dar voces increpando a una farola. Yo, al ver esta escena, traté de convences al anciano de que “eso” no era un pingüino, y que mucho menos, le había robado la dentadura… El viejo no entraba en razón de ninguna de las maneras, es más, tuve que salir corriendo de allí por ser el encubridor del malvado pingüino.

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